Nota introductoria: Ecuador y Perú no solamente son paises vecinos, sino que comparten los Andes, el mundo inca, las tradiciones, la lengua Queicha y las culturas andinas comunes.
¿Cuál es la esencia de la
peregrinación al Santuario de Qoyllur Rit’i?
Hace pocos dias recibí de unos profesores compañeros de Cusco, Perú esta nota: "El 9 de junio 2020 se celebró la fiesta del Taytacha de Qoyllority (Señor de la Estrella de Nieve), conocida como la mayor peregrinación andina. La comunidad del Seminario de San Antonio Abad de Cusco sigue en confinamiento tras haberse alargado esta medida hasta el 30 de junio...".
La nota me hizo pensar en esta peregrinación de los Andes de Perú y aquí les ofrezco este escrito y fotos para que también nosotros la podamos conocer.
¿Cuál es la esencia de la
peregrinación al Santuario de Qoyllur Rit’i?
Una estrella que irradia
energía cósmica a un nevado, una vez al año, es la razón del peregrinaje a
Qoyllur Rit’i. Para su comprensión hay que ubicarse en el Cusco cuando el virrey Francisco Toledo
intentó desalojar a sus manes tutelares de sus asientos sagrados. Lo hizo con
una deslumbrante concentración de ciento diecisiete imágenes religiosas de los
virreinatos y audiencias de América.
Ellas entraron a la ciudad
emperadora con acompañamiento de músicas, entre arcos aderezados con sedas,
altares lujosamente adornados con cuadros, espejos, urnas de plata, banderas, y
un desfile mayestático de las órdenes sacerdotales.
Cómo
retirar al Sol que da vida y calor a la tierra desde su templo del cielo y a la
Luna que desde el infinito maneja las mareas de esa inmensa pradera líquida que
es Mama Qocha, el mar; a las estrellas que solas o en constelaciones o
desbordándose en un río fulgurante –la Vía Láctea–, deciden el tiempo de
siembra, rigen la multiplicación de los animales y marcan la existencia de los
seres humanos; a la piedra que blinda su voluntad para enfrentar los desafíos;
a los vientos que girando en husos gigantescos se llevan las enfermedades a
lejanos confines; a la lluvia que baja presurosa con su cántaro de greda cuando
siente en el aire que se raja el labio de los surcos; a chiqchi, el granizo,
que saltando en un solo pie extiende un manto glacial de silencio; al arco iris
que deja caer su manto inundando el ambiente de colores; al fuego que abre sus
flores ardientes en la tierra; a Warasinse,
guardiana de los terremotos y a Mama Lloklla, la madre de los aluviones que
sabía apaciguar su violencia: al puma celestial relacionado con el agua y a la
qewña con las neblinas, entre otros elementos y representantes de la flora y
fauna.
Cómo romper el carácter
sagrado de una ciudad; que tenía en su templo algo tan frágil como sueños sobre
párpados cansados y que albergaba, también, a la misma y temida muerte; sin
discriminar a la vida, su gemela. Lo único que logró el arrogante virrey fue el
sincretismo, integrar los íconos de su mundo con las energías inmateriales del
nuestro. Repitiéndose una y otra vez. En el siglo XVIII cuando se descubrió una
movilización religiosa andina hacia el nevado Qolqe Punku, en la cordillera del
Ausangate, se produjo un discurso similar.
El obispo Manuel Moscoso y Peralta subestimó a la gente
andina y creyó que la solución era simple. Ganar a los adeptos del increíble
peregrinaje revirtiendo sus creencias para convertirlos en creyentes de su fe.
Para ello, entretejió sutilmente en 1783 la historia de Marianito Maita, un niño que pastaba
sus alpacas en la solitaria hondonada de Sinak’ara, donde jugaba con otro pequeño de raza blanca.
Al descubrirse que éste vestía una túnica con tela de iglesia, se le ordenó al párroco
de Ocongate que organizara una redada o ch’ako humano para capturarlo con ayuda
de yanakunas de los pueblos de Paucartambo y Quispicanchis.
Acorralados
ante un árbol de tayanka 2, Marianito sufrió un síncope asustado por la
persecución y porque vio sufriendo a su amigo y éste se convirtió, entre sus
ramas agitadas por la tormenta, en un Cristo con una corona de espinas
punzantes, como el llaulli 3 que se pasó al farallón de Qolqe Punku. La
tayanka, la roca, el Cristo sangrante, vuelven a crear el sincretismo que hay
en el Corpus Inka. El Taitacha de Qoyllur Rit’i que tiene su doble, o rantin 4,
en la iglesia de Tayankani, donde estuvo el árbol del prodigio, recibe una fe
adorable sin que se produzca roce alguno con las tradiciones telúricas ancestrales.
Por el contrario, el misterio lo aureola y engrandece.
Según otra leyenda, su
imagen comenzó a borrarse y la Hermandad contrató en el Cusco al pintor Fabián
Palomino para restaurarlo. Viajaron hasta su humilde iglesia, entonces con
techo de paja y que ahora es un santuario. Después advirtieron con desencanto
que allí no quedaba ni una señal del Crucificado. El artista quiso irse porque
el lugar no era aparente para su labor. Pero no pudo. Se sintió
inmovilizado frente al paño de roca agreste y manos invisibles guiaron sus
pinceles haciendo que reapareciera, mientras una emoción indescriptible
embargaba su alma.
Más de veinte mil romeros que acuden en un hormiguero
interminable y sin dejarse sentir por las alturas de Moquegua, Arequipa,
Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, Cusco, Tacna y parte de Bolivia, generalmente
a pie, y en las últimas décadas en camiones –sin contar a los turistas y otros
devotos–, alternan con la misma unción ambas creencias.
La Festividad del Señor de Qoyllur Ri’ti se
lleva a cabo en la provincia de Quispicanchis, distrito de Ocongate. Se hace en
las bases de la montaña de Sinakara. La
ceremonia principal se realiza al pie del nevado Ausangate, a 4.700 ms y a
temperaturas por debajo de los 0 ºC.
Los acompañan distintos bailarines (chauchos, qollas, pabluchas o
ukukus) que simbolizan a diversos personajes míticos. Los ukukus (osos) son los
vigilantes del Señor, tanto como de Apus y apachetas (montículos de piedras
colocadas por los peregrinos, a manera de pecados expiados), y los que
mantienen la disciplina durante los actos litúrgicos.
Un grupo de fuertes
Queros, pobladores de la que quizá es la más pura comunidad quechua del Perú,
disfrazados como “pabluchas”, parte hacia las cumbres del nevado (6.362
m.s.n.m.) en busca de la Estrella de la Nieve que se encuentra encerrada en sus
entrañas. De regreso a sus comunidades, estos fuertes pobladores llevan sobre sus
espaldas grandes bloques de hielo para regar simbólicamente sus tierras con el
agua sagrada del Ausangate.
Los pobladores del distrito de Ocongate (Quispicanchis), en el
departamento de Cusco, realizan un rito cuyo símbolo externo es la imagen de
Cristo, pero su objeto de fondo es la integración del hombre con la naturaleza.
El ritual, asociado con la fertilidad de la tierra y con la adoración a
los Apus (cerros, dioses tutelares), forma parte de una de las fiestas de
naciones indígenas más grande de América. La ceremonia principal se realiza al
pie del nevado Ausangate, el ritual consiste en una peregrinación de pastores,
comerciantes y curiosos que se reúnen en el santuario de Sinakara. Según la
creencia, el Niño Jesús, disfrazado de pastorcito, se le apareció a un niño
indígena, Marianito Mayta, y ambos se convirtieron en amigos. Cuando los padres
los encontraron vestidos de ricos atavíos avisaron al párroco del lugar, Pedro
de Landa, quien intentó capturarlo pero sin éxito, pues en el lugar del Niño apareció
una piedra. Marianito murió de inmediato y la imagen del Señor de Qoyllur Ri’ti
se fijó sobre la roca.
La peregrinación al Señor de Qoyllur Rit'i se lleva a cabo entre los
meses de Mayo y junio,
La fiesta empieza el día de la Santísima Trinidad, cuando más de 10.000
peregrinos ascienden hasta el límite de las nieves perpetuas. Se alcanza
temperaturas mínimas (-4 °C). El camino se acompaña con una procesión, fuegos
artificiales y el mercado simbólico de “las Alacitas” (feria de artesanías en
miniatura).
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