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viernes, 19 de junio de 2020

- La fiesta del Taytacha de Qoyllority en Perú

Nota introductoria: Ecuador y Perú no solamente son paises vecinos, sino que comparten los Andes, el mundo inca, las tradiciones, la lengua Queicha y las culturas andinas comunes. 

Hace pocos dias recibí de unos profesores compañeros de Cusco, Perú esta nota: "El 9 de junio 2020 se celebró la fiesta del Taytacha de Qoyllority (Señor de la Estrella de Nieve), conocida como la mayor peregrinación andina. La comunidad del Seminario de San Antonio Abad de Cusco sigue en confinamiento tras haberse alargado esta medida hasta el 30 de junio...". 


La nota me hizo pensar en esta peregrinación de los Andes de Perú y aquí les ofrezco este escrito y fotos para que también nosotros la podamos conocer. 


¿Cuál es la esencia de la peregrinación al Santuario de Qoyllur Rit’i?



Una estrella que irradia energía cósmica a un nevado, una vez al año, es la razón del peregrinaje a Qoyllur Rit’i. Para su comprensión hay que ubicarse en el Cusco cuando el virrey Francisco Toledo intentó desalojar a sus manes tutelares de sus asientos sagrados. Lo hizo con una deslumbrante concentración de ciento diecisiete imágenes religiosas de los virreinatos y audiencias de América.
Ellas entraron a la ciudad emperadora con acompañamiento de músicas, entre arcos aderezados con sedas, altares lujosamente adornados con cuadros, espejos, urnas de plata, banderas, y un desfile mayestático de las órdenes sacerdotales.

Cómo retirar al Sol que da vida y calor a la tierra desde su templo del cielo y a la Luna que desde el infinito maneja las mareas de esa inmensa pradera líquida que es Mama Qocha, el mar; a las estrellas que solas o en constelaciones o desbordándose en un río fulgurante –la Vía Láctea–, deciden el tiempo de siembra, rigen la multiplicación de los animales y marcan la existencia de los seres humanos; a la piedra que blinda su voluntad para enfrentar los desafíos; 

a los vientos que girando en husos gigantescos se llevan las enfermedades a lejanos confines; a la lluvia que baja presurosa con su cántaro de greda cuando siente en el aire que se raja el labio de los surcos; a chiqchi, el granizo, que saltando en un solo pie extiende un manto glacial de silencio; al arco iris que deja caer su manto inundando el ambiente de colores; al fuego que abre sus flores ardientes en la tierra; a Warasinse, guardiana de los terremotos y a Mama Lloklla, la madre de los aluviones que sabía apaciguar su violencia: al puma celestial relacionado con el agua y a la qewña con las neblinas, entre otros elementos y representantes de la flora y fauna.

Cómo romper el carácter sagrado de una ciudad; que tenía en su templo algo tan frágil como sueños sobre párpados cansados y que albergaba, también, a la misma y temida muerte; sin discriminar a la vida, su gemela. Lo único que logró el arrogante virrey fue el sincretismo, integrar los íconos de su mundo con las energías inmateriales del nuestro. Repitiéndose una y otra vez. En el siglo XVIII cuando se descubrió una movilización religiosa andina hacia el nevado Qolqe Punku, en la cordillera del Ausangate, se produjo un discurso similar.
El obispo Manuel Moscoso y Peralta subestimó a la gente andina y creyó que la solución era simple. Ganar a los adeptos del increíble peregrinaje revirtiendo sus creencias para convertirlos en creyentes de su fe. Para ello, entretejió sutilmente en 1783 la historia de Marianito Maita, un niño que pastaba sus alpacas en la solitaria hondonada de Sinak’ara, donde jugaba con otro pequeño de raza blanca. Al descubrirse que éste vestía una túnica con tela de iglesia, se le ordenó al párroco de Ocongate que organizara una redada o ch’ako humano para capturarlo con ayuda de yanakunas de los pueblos de Paucartambo y Quispicanchis.
Acorralados ante un árbol de tayanka 2, Marianito sufrió un síncope asustado por la persecución y porque vio sufriendo a su amigo y éste se convirtió, entre sus ramas agitadas por la tormenta, en un Cristo con una corona de espinas punzantes, como el llaulli 3 que se pasó al farallón de Qolqe Punku. La tayanka, la roca, el Cristo sangrante, vuelven a crear el sincretismo que hay en el Corpus Inka. El Taitacha de Qoyllur Rit’i que tiene su doble, o rantin 4, en la iglesia de Tayankani, donde estuvo el árbol del prodigio, recibe una fe adorable sin que se produzca roce alguno con las tradiciones telúricas ancestrales. Por el contrario, el misterio lo aureola y engrandece.
Según otra leyenda, su imagen comenzó a borrarse y la Hermandad contrató en el Cusco al pintor Fabián Palomino para restaurarlo. Viajaron hasta su humilde iglesia, entonces con techo de paja y que ahora es un santuario. Después advirtieron con desencanto que allí no quedaba ni una señal del Crucificado. El artista quiso irse porque el lugar no era aparente para su labor. Pero no pudo. Se sintió inmovilizado frente al paño de roca agreste y manos invisibles guiaron sus pinceles haciendo que reapareciera, mientras una emoción indescriptible embargaba su alma. 
Más de veinte mil romeros que acuden en un hormiguero interminable y sin dejarse sentir por las alturas de Moquegua, Arequipa, Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, Cusco, Tacna y parte de Bolivia, generalmente a pie, y en las últimas décadas en camiones –sin contar a los turistas y otros devotos–, alternan con la misma unción ambas creencias.
La Festividad del Señor de Qoyllur Ri’ti se lleva a cabo en la provincia de Quispicanchis, distrito de Ocongate. Se hace en las bases de la montaña de Sinakara. La ceremonia principal se realiza al pie del nevado Ausangate, a 4.700 ms y a temperaturas por debajo de los 0 ºC.
Los acompañan distintos bailarines (chauchos, qollas, pabluchas o ukukus) que simbolizan a diversos personajes míticos. Los ukukus (osos) son los vigilantes del Señor, tanto como de Apus y apachetas (montículos de piedras colocadas por los peregrinos, a manera de pecados expiados), y los que mantienen la disciplina durante los actos litúrgicos. 

Un grupo de fuertes Queros, pobladores de la que quizá es la más pura comunidad quechua del Perú, disfrazados como “pabluchas”, parte hacia las cumbres del nevado (6.362 m.s.n.m.) en busca de la Estrella de la Nieve que se encuentra encerrada en sus entrañas. De regreso a sus comunidades, estos fuertes pobladores llevan sobre sus espaldas grandes bloques de hielo para regar simbólicamente sus tierras con el agua sagrada del Ausangate.

Los pobladores del distrito de Ocongate (Quispicanchis), en el departamento de Cusco, realizan un rito cuyo símbolo externo es la imagen de Cristo, pero su objeto de fondo es la integración del hombre con la naturaleza.

El ritual, asociado con la fertilidad de la tierra y con la adoración a los Apus (cerros, dioses tutelares), forma parte de una de las fiestas de naciones indígenas más grande de América. La ceremonia principal se realiza al pie del nevado Ausangate, el ritual consiste en una peregrinación de pastores, comerciantes y curiosos que se reúnen en el santuario de Sinakara. Según la creencia, el Niño Jesús, disfrazado de pastorcito, se le apareció a un niño indígena, Marianito Mayta, y ambos se convirtieron en amigos. Cuando los padres los encontraron vestidos de ricos atavíos avisaron al párroco del lugar, Pedro de Landa, quien intentó capturarlo pero sin éxito, pues en el lugar del Niño apareció una piedra. Marianito murió de inmediato y la imagen del Señor de Qoyllur Ri’ti se fijó sobre la roca.
La peregrinación al Señor de Qoyllur Rit'i se lleva a cabo entre los meses de Mayo y junio, 
La fiesta empieza el día de la Santísima Trinidad, cuando más de 10.000 peregrinos ascienden hasta el límite de las nieves perpetuas. Se alcanza temperaturas mínimas (-4 °C). El camino se acompaña con una procesión, fuegos artificiales y el mercado simbólico de “las Alacitas” (feria de artesanías en miniatura).

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