Vivir en el cráter del Pululahua, uno de los
dos volcanes habitados del mundo
En este volcán está asentada la comunidad de
San Isidro, donde un centenar de familias son dueñas de parcelas. La Comunidad San
Isidro vive dentro del cráter del volcán Pululahua, rodeada por domos de lava.
Hace 2.200 años el volcán Pululahua —en quechua 'nube de agua'—, ubicado
a unos 20 kilómetros al norte de Quito, Ecuador, tuvo su última erupción; sin
embargo, su estado se mantiene bajo la definición de 'potencialmente
activo'.
Eso no ha sido impedimento para que el cráter de ese volcán sea hoy el
asentamiento de una comunidad, la de San Isidro de Pululahua.
Es uno de los dos volcanes habitados en el mundo; el otro está situado
en la pequeña isla de Aogashima en Japón.
El Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IGEPN) explica que este volcán se diferencia
de la mayoría de los otros 79 que tiene el país porque "no se presenta
como una gran montaña de forma cónica, sino que está conformado por
varios domos de lava dispersos en una superficie de aproximadamente 40
kilómetros cuadrados y por un gran cráter de 3 a 4 kilómetros de diámetro situado
entre dichos domos", donde está el poblado.Tanto los domos como el cráter forman parte de la Reserva
Geobotánica Pululahua, declarado así el volcán en 1978, debido a que en sus
3.383 hectáreas se encuentran distintas especies de fauna y unas 2.000 de flora
andina.
La vida en silencio
Víctor Murillo vive en el cráter desde hace 14 años, cuando decidió ser
parte de los trabajadores del Hostal Pululahua. Explica que la comunidad está
compuesta por un centenar de dueños de terrenos y viviendas, pero que realmente
viven menos personas; el resto va a diario a la localidad a hacer los
trabajos de agricultura y ganadería —que es de lo que se vive—, pero no suele
pernoctar, pese a tener casas ahí. Una de las viviendas construidas en el
cráter del volcán Pululahua.
Las viviendas están un poco alejadas unas de otras, debido a reglamentos
municipales que impiden la construcción de más de un 1 % de la superficie..
El silencio es el principal protagonista de la comunidad del cráter, se
oye solo el viento, el canto de los grillos o, esporádicamente, el ladrido de
perros, el mugido de las vacas o el relinchar de un caballo."No se
puede igualar esta tranquilidad y paz al desastre de la ciudad",
enfatiza Tisalema, al tiempo que señala que en el cráter solo "veo hacerme
vieja, pero con gusto".
Debido a la "falta de regadíos" —dice Murillo— solo pueden
sembrar una vez al año. Las tierras son aptas para el cultivo de maíz,
zanahorias, fréjol (o frijol), habas, entre otros. "Los frutos crecen
gracias al agua que Dios nos manda", enfatiza Tisalema. De acuerdo a estos
pobladores, hay constancia que antes se extraía cal y yeso.
Al pueblo llega agua por tuberías y electricidad, y se ha
levantado una iglesia. Contó con una escuela, pero cerró por falta de alumnos. Sus
pobladores deben salir una vez a la semana o cada 15 días para abastecerse de
alimentos.
Hay acceso vehicular, pero la mayoría de quienes viven en el cráter no
cuentan con un auto; por ello les toca tomar el camino para peatones, una
empinada colina que toma alrededor de una hora subir. Por ese mismo sendero
bajan cargados con sus víveres.
Pobladores bajan con víveres a la comunidad San Isidro de Pululahua.
Turismo en el volcán
La mayoría de los turistas que van al Pululahua llegan hasta el mirador
de Ventanillas, al que se llega en auto tranquilamente, y desde donde se puede
apreciar el poblado. Son pocos los que deciden bajar y adentrarse en
ese exótico silencio.
Para llegar a la comunidad desde el mirador, se comienza una caminata en
descenso. El cartel que está al inicio del camino indica que es de
"dificultad: media" y que toma 90 minutos llegar. Sin embargo, se
puede hacer en menos tiempo. La subida de regreso es la que en verdad cuesta.
Espacio habilitado para acampar en el cráter, en la comunidad San Isidro
de Pululahua.
El Ministerio del Ambiente ha acondicionado áreas para que los
visitantes puedan acampar. Cuentan con baños para su aseo. Pero quien quiera
mayor comodidad puede disponer del hostal que atiende Murillo.
En el Pululahua, explica Murillo, hay diversos atractivos,
comenzando por los domos, a los que se puede alcanzar la cima, tras horas de
caminatas.
Hay al menos cinco senderos que pueden ser explorados por los
visitantes:
-Cerro El Chivo: También conocido como el sendero
del agua, porque se pueden ver los tanques que abastecen al pueblo; se llega
cerca de la cumbre de esta montaña, uno de los domos de lava que rodea al
cráter.
-Pondoña: Es el domo de lava central. El
objetivo es llegar a lo más cerca que se pueda de su cumbre, a unos 2.960
metros sobre el nivel del mar.
-Lulumbamba: Murillo explica que esta aventura
es para adentrarse al "bosque nublado", en el que se puede caminar
"durante todo un día". Ahí se pueden apreciar, especialmente, la
diversa vegetación que incluye orquídeas y bromelias.
-Termas: Para llegar hay que rodear al
Pondoña. Se llega a un bosque donde hay "aguas termales-minerales",
pero "es una caminata un poco más larga", dice Murillo.
-Pailón: Queda un poco más adelante de las
aguas termales. Fue aquí donde hubo cierta actividad volcánica hace más de 30
años.
Ecuador es la cuna de aproximadamente 80 volcanes,
lo que lo convierte en el tercer país con el mayor número de estas montañas que
cada cierto tiempo ofrecen un espectáculo natural. De las áreas protegidas en
este territorio, 16 se ubican en los Andes, entre ellas la Reserva Geobotánica
Pululahua (1966), ubicada a cinco minutos de la Mitad del Mundo, al borde de la
autopista Manuel Córdova, y a 27 kilómetros de la capital. Este es el espacio
que acoge al volcán que lleva el mismo nombre y que ha permanecido “dormido”
entre 2 200 y 2 500 años. Su última erupción –que en realidad fue una
implosión– se generó dentro de ese periodo. Dicha actividad le arrebató su
forma cónica usual de los volcanes, pero creó un hermoso valle dentro del
cráter.
Desde el mirador del volcán se puede apreciar las
parcelas y los domos de lava que formaron esta caldera en la que habitan de 30
a 50 familias que viven del turismo de la zona, la agricultura y la ganadería.
El sueño profundo y “la paz en medio del riesgo”
atrajeron a estas personas que buscaban un contacto más cercano con la
naturaleza y un descanso de la ciudad. San Isidro es el nombre oficial de la
comunidad Pululahua.
Para acceder hasta el poblado se practica un poco
de senderismo que, dependiendo el estado físico del visitante, puede tomar
aproximadamente 30 minutos. Pero si la resistencia no es tu principal
característica, existe la opción de bajar cabalgando un caballo. El retorno es
aún más exigente, toma cerca de una hora ascender hacia el punto de partida.
Sin embargo, son esfuerzos que valen la pena
desgastar. El sendero esconde otros caminos y cada uno promete una aventura
diferente. Como el Chaupisacha que está lleno de vestigios de antiguas
erupciones y hacen que la tierra se vea de color naranja. También se aprecian
piscinas naturales de aguas termales y minerales, tipos de orquídeas y animales
como cervicabras, zorros, conejos y hasta pumas.
Ciclismo es otra de las actividades que se pueden
realizar en el sector, el cerro Pondoña es el territorio perfecto para
practicarlo. Para los más expertos o atrevidos también hay senderos para
practicar ‘downhill’ y ‘cross country’.
En la parte más baja del Pululahua, aún se
encuentra de pie una verdadera reliquia que data de 500 años. Se trata de un
horno de cal que mide entre tres y cinco metros de altura, de donde salieron
las piedras para construir casas e iglesias en las ciudades aledañas.
Los tres a cuatro kilómetros de diámetro del cráter
además albergan restaurantes, hoteles y una iglesia. Las opciones van desde las
más rústicas como el hostal Pululahua y la Rinconada de Rolando Vera, hasta las
más modernas como El Cráter. Cada uno ofrece lo mejor de la gastronomía local
en sus menús. Y para los de espíritu aventurero, asimismo tienen la oportunidad
de acampar.
El Parque Nacional Pululahua cuyo nombre en quichua
significa nube de agua cuenta con una extensión de 3 383 hectáreas y su clima
varía entre los 10 y 15 grados centígrados.
Otra forma de llegar hasta el poblado es tomando la
vía Calacalí, ruta que llega hasta el sector Moraspungo.
En ese camino
encontrarás el museo Templo del Sol, una imponente estructura en espiral que
guarda piezas precolombinas y expone la historia del arte, y la cultura andina
y prehispánica.
Cristóbal Ortega es el creador de esta obra, quien ganó un
récord Guinness en 2008 por pintar tan solo con sus manos 100 cuadros en 60
minutos.
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