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miércoles, 11 de marzo de 2020

- Un volcán habitado: el Pululahua


Vivir en el cráter del Pululahua, uno de los dos volcanes habitados del mundo
En este volcán está asentada la comunidad de San Isidro, donde un centenar de familias son dueñas de parcelas. La Comunidad San Isidro vive dentro del cráter del volcán Pululahua, rodeada por domos de lava.
Hace 2.200 años el volcán Pululahua —en quechua 'nube de agua'—, ubicado a unos 20 kilómetros al norte de Quito, Ecuador, tuvo su última erupción; sin embargo, su estado se mantiene bajo la definición de 'potencialmente activo'.
Eso no ha sido impedimento para que el cráter de ese volcán sea hoy el asentamiento de una comunidad, la de San Isidro de Pululahua.

Es uno de los dos volcanes habitados en el mundo; el otro está situado en la pequeña isla de Aogashima en Japón.
El Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional (IGEPN) explica que este volcán se diferencia de la mayoría de los otros 79 que tiene el país porque "no se presenta como una gran montaña de forma cónica, sino que está conformado por varios domos de lava dispersos en una superficie de aproximadamente 40 kilómetros cuadrados y por un gran cráter de 3 a 4 kilómetros de diámetro situado entre dichos domos", donde está el poblado.Tanto los domos como el cráter forman parte de la Reserva Geobotánica Pululahua, declarado así el volcán en 1978, debido a que en sus 3.383 hectáreas se encuentran distintas especies de fauna y unas 2.000 de flora andina.

La vida en silencio
Víctor Murillo vive en el cráter desde hace 14 años, cuando decidió ser parte de los trabajadores del Hostal Pululahua. Explica que la comunidad está compuesta por un centenar de dueños de terrenos y viviendas, pero que realmente viven menos personas; el resto va a diario a la localidad a hacer los trabajos de agricultura y ganadería —que es de lo que se vive—, pero no suele pernoctar, pese a tener casas ahí. Una de las viviendas construidas en el cráter del volcán Pululahua.
Las viviendas están un poco alejadas unas de otras, debido a reglamentos municipales que impiden la construcción de más de un 1 % de la superficie..
El silencio es el principal protagonista de la comunidad del cráter, se oye solo el viento, el canto de los grillos o, esporádicamente, el ladrido de perros, el mugido de las vacas o el relinchar de un caballo."No se puede igualar esta tranquilidad y paz al desastre de la ciudad", enfatiza Tisalema, al tiempo que señala que en el cráter solo "veo hacerme vieja, pero con gusto".
Debido a la "falta de regadíos" —dice Murillo— solo pueden sembrar una vez al año. Las tierras son aptas para el cultivo de maíz, zanahorias, fréjol (o frijol), habas, entre otros. "Los frutos crecen gracias al agua que Dios nos manda", enfatiza Tisalema. De acuerdo a estos pobladores, hay constancia que antes se extraía cal y yeso.
Al pueblo llega agua por tuberías y electricidad, y se ha levantado una iglesia. Contó con una escuela, pero cerró por falta de alumnos. Sus pobladores deben salir una vez a la semana o cada 15 días para abastecerse de alimentos.
Hay acceso vehicular, pero la mayoría de quienes viven en el cráter no cuentan con un auto; por ello les toca tomar el camino para peatones, una empinada colina que toma alrededor de una hora subir. Por ese mismo sendero bajan cargados con sus víveres.
Pobladores bajan con víveres a la comunidad San Isidro de Pululahua.
Turismo en el volcán
La mayoría de los turistas que van al Pululahua llegan hasta el mirador de Ventanillas, al que se llega en auto tranquilamente, y desde donde se puede apreciar el poblado. Son pocos los que deciden bajar y adentrarse en ese exótico silencio.
Para llegar a la comunidad desde el mirador, se comienza una caminata en descenso. El cartel que está al inicio del camino indica que es de "dificultad: media" y que toma 90 minutos llegar. Sin embargo, se puede hacer en menos tiempo. La subida de regreso es la que en verdad cuesta.
Espacio habilitado para acampar en el cráter, en la comunidad San Isidro de Pululahua.
El Ministerio del Ambiente ha acondicionado áreas para que los visitantes puedan acampar. Cuentan con baños para su aseo. Pero quien quiera mayor comodidad puede disponer del hostal que atiende Murillo.
En el Pululahua, explica Murillo, hay diversos atractivos, comenzando por los domos, a los que se puede alcanzar la cima, tras horas de caminatas.
Hay al menos cinco senderos que pueden ser explorados por los visitantes:
-Cerro El Chivo: También conocido como el sendero del agua, porque se pueden ver los tanques que abastecen al pueblo; se llega cerca de la cumbre de esta montaña, uno de los domos de lava que rodea al cráter.
-Pondoña: Es el domo de lava central. El objetivo es llegar a lo más cerca que se pueda de su cumbre, a unos 2.960 metros sobre el nivel del mar.
-Lulumbamba: Murillo explica que esta aventura es para adentrarse al "bosque nublado", en el que se puede caminar "durante todo un día". Ahí se pueden apreciar, especialmente, la diversa vegetación que incluye orquídeas y bromelias.
-Termas: Para llegar hay que rodear al Pondoña. Se llega a un bosque donde hay "aguas termales-minerales", pero "es una caminata un poco más larga", dice Murillo.
-Pailón: Queda un poco más adelante de las aguas termales. Fue aquí donde hubo cierta actividad volcánica hace más de 30 años.

Ecuador es la cuna de aproximadamente 80 volcanes, lo que lo convierte en el tercer país con el mayor número de estas montañas que cada cierto tiempo ofrecen un espectáculo natural. De las áreas protegidas en este territorio, 16 se ubican en los Andes, entre ellas la Reserva Geobotánica Pululahua (1966), ubicada a cinco minutos de la Mitad del Mundo, al borde de la autopista Manuel Córdova, y a 27 kilómetros de la capital. Este es el espacio que acoge al volcán que lleva el mismo nombre y que ha permanecido “dormido” entre 2 200 y 2 500 años. Su última erupción –que en realidad fue una implosión– se generó dentro de ese periodo. Dicha actividad le arrebató su forma cónica usual de los volcanes, pero creó un hermoso valle dentro del cráter.
Desde el mirador del volcán se puede apreciar las parcelas y los domos de lava que formaron esta caldera en la que habitan de 30 a 50 familias que viven del turismo de la zona, la agricultura y la ganadería.
El sueño profundo y “la paz en medio del riesgo” atrajeron a estas personas que buscaban un contacto más cercano con la naturaleza y un descanso de la ciudad. San Isidro es el nombre oficial de la comunidad Pululahua.
Para acceder hasta el poblado se practica un poco de senderismo que, dependiendo el estado físico del visitante, puede tomar aproximadamente 30 minutos. Pero si la resistencia no es tu principal característica, existe la opción de bajar cabalgando un caballo. El retorno es aún más exigente, toma cerca de una hora ascender hacia el punto de partida.
Sin embargo, son esfuerzos que valen la pena desgastar. El sendero esconde otros caminos y cada uno promete una aventura diferente. Como el Chaupisacha que está lleno de vestigios de antiguas erupciones y hacen que la tierra se vea de color naranja. También se aprecian piscinas naturales de aguas termales y minerales, tipos de orquídeas y animales como cervicabras, zorros, conejos y hasta pumas.
Ciclismo es otra de las actividades que se pueden realizar en el sector, el cerro Pondoña es el territorio perfecto para practicarlo. Para los más expertos o atrevidos también hay senderos para practicar ‘downhill’ y ‘cross country’.
En la parte más baja del Pululahua, aún se encuentra de pie una verdadera reliquia que data de 500 años. Se trata de un horno de cal que mide entre tres y cinco metros de altura, de donde salieron las piedras para construir casas e iglesias en las ciudades aledañas.
Los tres a cuatro kilómetros de diámetro del cráter además albergan restaurantes, hoteles y una iglesia. Las opciones van desde las más rústicas como el hostal Pululahua y la Rinconada de Rolando Vera, hasta las más modernas como El Cráter. Cada uno ofrece lo mejor de la gastronomía local en sus menús. Y para los de espíritu aventurero, asimismo tienen la oportunidad de acampar.
El Parque Nacional Pululahua cuyo nombre en quichua significa nube de agua cuenta con una extensión de 3 383 hectáreas y su clima varía entre los 10 y 15 grados centígrados.
Otra forma de llegar hasta el poblado es tomando la vía Calacalí, ruta que llega hasta el sector Moraspungo. 

En ese camino encontrarás el museo Templo del Sol, una imponente estructura en espiral que guarda piezas precolombinas y expone la historia del arte, y la cultura andina y prehispánica. 

Cristóbal Ortega es el creador de esta obra, quien ganó un récord Guinness en 2008 por pintar tan solo con sus manos 100 cuadros en 60 minutos.



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