El Mushuk Nina celebrado con ceremonias
y rituales en el mundo andino
El 21 de marzo se
inició un nuevo ciclo, según el calendario andino. Así el inicio del año andino
corresponde al 21 de marzo, al cual se le denomina Mushuk Nina que
significa “Fuego Nuevo”, en donde el nacimiento de las cosechas da el inicio
del calendario Andino que es dado por los equinoccios y solsticios como un
nuevo ciclo de vida, la gran celebración de cosechar y compartir granos tiernos
y frutas.
La fiesta es una de las
cuatro principales en el calendario indígena. Mushuk Nina coincide con el
Equinoccio de Primavera, en el que se produce la mayor cercanía del sol a la
tierra, especialmente sobre la franja ecuatorial. En marzo, según la creencia
indígena, se celebra el inicio del año andino ecuatorial, llamado en kichwa
Mushuk Nina. “En este tiempo el Padre Sol se encuentra en una posición recta y
directa. Es una ocasión especial donde el astro emana ‘la luz sin sombra’, la
cual es posible recibir y canalizar en el cuerpo humano, produciendo una serie
de efectos favorables para restablecer la armonía y despertar la conciencia de
la gente”
El Mushuk Nina, un término
kichwa que significa fuego nuevo, es un ritual que solo se realiza el 21 de
marzo de cada año, cuando el sol está a la menor distancia de la tierra. Ese
suceso astronómico marca el inicio de la nueva temporada.
El ritual consiste en atar
simbólicamente al sol (Inti Watana). “El sol es un elemento importante para la
cosmovisión andina, nos da energía y vida, este acontecimiento es tan
significativo que marca el inicio de un nuevo tiempo”, explica José Parco,
investigador indígena de Chimborazo.
En Chimborazo se
realizaron simultáneamente varias ceremonias para agradecer por la vida y
celebrar el nuevo ciclo. Los rituales se hicieron en Pucaratambo, San Luis, San
Juan y otros cuatro sitios que se consideran sagrados, ya que según los yachaks
tienen una energía especial y fueron espacios de adoración en el pasado.
La ceremonia del Mushuk
Nina se celebra en varias fases. Empieza con un temascal, los participantes
también reciben un baño de florecimiento y purificación, y concluye con una
ofrenda a la tierra.
El sábado pasado Ana María Guacho, una
yachak de Chimborazo, presidió una ceremonia de Mushuk Nina. La ceremonia se
realizó en un sitio conocido como Sagrada Doña Loma, debido a su ubicación
especial en medio de montañas y sobre un sitio arqueológico que en la
antigüedad posiblemente fue un templo. Allí funciona la plaza ceremonial: “Esta
es una ocasión muy especial.
Un tiempo para compartir, para agradecer al dador de vida por lo que tenemos, por lo que nos da”, dijo la yachak, de 71 años. Ella encendió en el centro de un círculo trazado con piedras, una fogata que simboliza la energía del sol. En el círculo también había cuatro entradas situadas en dirección a los cuatro puntos cardinales, y cada una representaba también un elemento sagrado como agua, aire, tierra y fuego.
Un tiempo para compartir, para agradecer al dador de vida por lo que tenemos, por lo que nos da”, dijo la yachak, de 71 años. Ella encendió en el centro de un círculo trazado con piedras, una fogata que simboliza la energía del sol. En el círculo también había cuatro entradas situadas en dirección a los cuatro puntos cardinales, y cada una representaba también un elemento sagrado como agua, aire, tierra y fuego.
Los integrantes empezaron a prepararse
para recibir el nuevo ciclo desde el jueves pasado. Ellos realizaron una
ceremonia en el temascal, que se considera un renacimiento. “Es una ceremonia
para purificar y volver a nacer”, explica Guacho.
El ritual se hace con piedras volcánicas
encendidas al rojo vivo, en el interior de un domo hecho con lodo y paja. Los
yachaks colocan las piedras encendidas y varias plantas medicinales y el efecto
es similar al de un sauna. Según ellos, esto purifica el cuerpo y la mente, y
prepara a las personas para recibir el nuevo ciclo con un equilibrio de
energías. La ceremonia concluyó con una pamba mesa (comida comunitaria). “Todos
los asistentes llevan algo para compartir y es el momento más ameno de la
experiencia, todos podemos compartir los sentimientos e impresiones”, dijo Luis
Terán, Yaya Carnaval de Chimborazo. En la mesa comunitaria que se tendió en el
suelo había frutas y alimentos andinos como mellocos, maíz y capulí.
Una parte se reservó para la ofrenda a
la tierra. “Escogemos la mejor parte de la comida y tomamos un poco de cada
plato y la devolvemos a la tierra. Lo hacemos para agradecer por la cosecha y para
tener más alimentos el nuevo ciclo”.
La ceremonia del Mushuk Nina ecuatorial
mantiene su esencia ancestral: Música, danza y comida fueron parte de la
ritualidad alrededor del Sol Recto, en el inicio del nuevo año
andino, una tradición que aún se mantiene en algunos pueblos de ancestro
indígena que se asientan sobre la línea ecuatorial.
Según el investigador Aurelio Trujillo,
estas celebraciones tuvieron gran connotación entre los Quitu Cara, una de las
cuatro culturas que sobresalió en el mundo andino, junto con la Aymara, Inca y
Cañari. Los Quitu Cara desarrollaron su cultura desde lo que hoy es Pasto, en
Colombia, hasta el nudo del Azuay, en el sur. Para ellos, el inicio del año era
en marzo, con cierta similitud a lo que creían aztecas y mayas.
Dentro de su ritualidad estaba el cerro Catequilla, de 3.630 ms, cuya cima está atravesada por la línea Equinoccial y que, con el uso de modernos equipos GPS en la actualidad, se llega a determinar allí la latitud 0°0’0”
Pirámide sobre el cerro Catequilla, en San
Antonio de Pichincha, donde el GPS muestra la latitud 0°0’0”.
Para José Luis Vallejos, del GAD de San
Antonio, el cerro es muy visitado a partir de la tercera semana de marzo,
debido a la concentración energética que provee el sol, "durante el día
que no se acaba porque no hay sombra”.
Entre los visitantes al cerro están
varios chamanes, quienes llegan de diversas partes del país y quienes son los
encargados de encender el Mushuk Nina o Fuego Nuevo, con el uso de plantas andinas
de aromas fuertes.
Tras encender el fuego, los chamanes
piden a los asistentes que acerquen las palmas de sus manos al calor, cierren
sus ojos y piensen sus deseos, para luego pedirle al Mushuk Nina que les
otorgue la energía del fuego y del sol para lograrlo. Luego piden que con sus
manos atraigan al humo, para que la energía se transmita a todo el cuerpo.
Música interpretada con instrumentos andinos, como flautas, rondadores y
tambores, son entonados mientras todos rodean al Fuego Nuevo.
Como líder de la ceremonia, el chamán
abre sus piernas y pasa sobre el fuego, porque dice que todo el cuerpo debe
recibir esta energía vital; tras él, todos lo siguen una y otra vez, al
principio con temor al fuego y luego con mayor alegría.
Esta ritualidad finalizó con una gran
pambamesa en la que hubo diversas opciones: maíz, fréjol, chochos, habas,
queso, pollo horneado, chicha, etc., donde se comparte la comida con los
presentes.
En Cochasquí, en el cantón Pedro
Moncayo, en cambio, el Mushuk Nina se desarrolló el domingo en su parque
arqueológico, con curas y limpias energéticas para iniciar el nuevo año con
optimismo. “No hay que ver las raíces ancestrales como un folklorismo, sino
como algo cultural que nos permitirá ver la cosmovisión de los pueblos de
aquellos años”, explica Ramiro Pérez, vocal de la Junta Parroquial de San
Antonio.
“Existe una leyenda que dice que
Catequilla fue reservado para la cultura Cochasquí, quienes anualmente por el
mes de marzo llegaban allí para la fiesta de iniciación, que consistía en
llevar a las doncellas que por primera vez iban a menstruar”, explica Aurelio
Trujillo, quien añade que los pucarás que existen en San Antonio de Pichincha
forman una triangulación perfecta que debería estudiarse más a fondo.
“El valle de Lulumbamba tiene mucha
historia por redescubrir. Si trazamos una línea recta entre los pucarás de
Trigoloma, La Marca y Rumicucho se forma un triángulo rectángulo exacto”. Incluso, se debe plantear un estudio de por qué Rumicucho se
encuentra alineado con el monasterio de San Juan en Quito, donde los relatos de
Federico González Suárez mencionan que ese lugar fue usado por los pueblos
nativos para adorar a la luna.
Otros estudios realizados por el
investigador Cristóbal Cobo determinaron, además, que Catequilla y las
pirámides preincaicas de Cochasquí se encuentran alineadas en un ángulo que
coincide con la salida del sol durante el solsticio de junio.
Para Álex Troya,
presidente del GAD de San Antonio de Pichincha, la comunidad parroquial quiere
cambiar su eje productivo hacia el turismo, para repotenciar el valor histórico
que posee su territorio. “Se invirtieron USD 37 000 de recursos propios del GAD
para adecuar 7 km de vía para acceder a la cima del Catequilla. La comunidad
ayudó con material pétreo. A futuro se arborizará a los costados de la vía,
indicó”.
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