La tradición señala que a fines de 1696, el Obispo de Quito, Sancho
de Andrade y Figueroa, estaba “seriamente enfermo”. Por eso, “como solía
acontecer en graves circunstancias”, se pidió traer a la Catedral de Quito la
imagen de Nuestra Señora de Guápulo, que se hallaba custodiada en Guápulo, a
unos 10 kms de Quito.
Luego, la imagen mariana fue sacada en “procesión de rogativa” y fue seguida de
“unas 500 personas”. El anda de Nuestra Señora de Guápulo llegó “al final del
pretil de San Francisco” cerca “de las 4:45 de la tarde”, cuando los fieles
terminaban de rezar la segunda decena del Santo Rosario.
De pronto,
en dirección al caserío de Guápulo, “se vio claramente en el cielo” una “figura
formada por nubes” que era “de gran tamaño”. En ese momento, el P. José de Ulloa
capellán del Monasterio de la Concepción de Quito, exclamó: “¡La Virgen, la
Virgen!”, y muchos vieron sobre los aires la figura de la Virgen “dibujada por
las nubes”. “Estaba la imagen de pie sobre otra nube más oscura y densa que le
servía como pedestal. Llevaba corona en las sienes y en la mano derecha un ramo
de azucenas a manera de cetro”.
“Con la
izquierda estrechaba al Divino Niño Jesús, hacia quien tenía dulcemente
inclinada la cabeza. Sobre los cabellos y espalda flotaba un airoso velo
formado igualmente de una nube. Vestía una cándida túnica de sencillos y
ondulantes pliegues, media oculta por un manto de amplitud majestuosa y regia”,
agregó el sacerdote.
La aparición de María Santísima “duró lo suficiente para que todos
pudieran darse cuenta perfectamente de ella”. Cuando la procesión terminó se
levantó un acta que es declarada por la máxima autoridad local, el Presidente
de la Audiencia, y “otros testigos calificados”, un proceso registrado hasta la
actualidad en el Archivo Arzobispal de Quito, agregó.
Tras el
suceso, el entonces “Obispo de Quito recobró inopinadamente la salud”, y no
solo autorizó el culto a Nuestra Señora de la Nube, “sino que mandó erigir un
altar” en gratitud a la Madre de Dios y “para conmemorar” su aparición. El
Prelado, quien era muy devoto de la Virgen María y del Rosario, falleció seis
años después del suceso, en mayo de 1702.
La devoción a la Virgen de la Nube trascendió fronteras y llegó a
Lima (Perú), donde la Priora del Monasterio de Madres Nazarenas incorporó un
lienzo de esta advocación mariana en las andas del Señor de los Milagros. El
propósito era rendir homenaje a la fundadora del Instituto Nazareno, la Sierva
de Dios Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, quien nació en Guayaquil
(Ecuador).
La devoción del también llamado “Señor de los Temblores” se
originó en el siglo XVII, cuando un fuerte terremoto sacudió Lima y todo se
desplomó excepto el muro donde estaba pintada una imagen de Cristo Crucificado.
Esta es una de las devociones cristianas más veneradas en el Perú, que reúne
cada año a cientos de miles de fieles, que salen en procesión en octubre.
En 1746 ocurrió un fuerte terremoto y maremoto en Lima y Callao
que destruyó todo a su paso, dejando 200 sobrevivientes de una población de
entre siete u ocho mil personas. Tras el siniestro, la población sacó en
procesión por cinco días al Señor de los Milagros, que por primera vez tenía al
reverso la imagen de la Virgen de la Nube. Desde entonces la devoción mariana
creció en el país.
Al
iniciar cada año, concretamente, cada primero de enero miles de creyentes de
Ecuador y del exterior llegan a la ciudad de Azogues para
venerar y participar de todos los actos preparados por los franciscanos, entre
los que se destaca la procesión. Este acto se reproduce también en otras
partes del mundo como lo es en la Ciudad de Nueva York.
-(Azogues, Cañar).- Sin duda,
una de las tradiciones religiosas más importantes en el país, es la devoción a
la Virgen de la Nube, advocación mariana en cuyo honor se celebran importantes
fiestas en enero y mayo de todos los años, en la ciudad de Azogues.
Desde
ese entonces, esta advocación mariana recibió el nombre de “Virgen de la Nube”
, por la forma en la que la Madre del Salvador se habría presentado en el cielo
quiteño: De pie sobre una nube, sosteniendo con su mano derecha una rama de
azucenas y con su brazo derecho, al Niño Jesús.
Siglos
más tarde, el padre Julio María Matovelle, tuvo la visión de instaurar en Azogues
(en el cerro Calvario) una ermita dedicada a este hecho milagroso y confiarla a
la Comunidad Franciscana. Se donó para ello un cuadro que representa la
milagrosa aparición de la Virgen y posteriormente se encargó al artista Daniel
Alvarado, esculpir la imagen de la Virgen de la Nube entre 1896 y 1899.
El
21 de febrero de 1912, en el mismo lugar, inició la construcción del Convento
Franciscano y el Santuario de la Virgen de la Nube y posteriormente, se
encargaría la creación de otra escultura de la Virgen (esta vez en mármol y de
mayores dimensiones) al artista azogueño Daniel Mogrovejo. Esta imagen fue
colocada sobre el arco de la fachada principal.
El
24 de octubre de 1965, la comunidad de los Padres Franciscanos de Azogues, por
Intermedio del Arzobispo de Cuenca, consiguió del Papa Paulo VI que el 1 de
enero de 1967, se coronó la imagen de la Virgen de la Nube y desde ese
entonces, se celebran en esta fecha las más importantes fiestas dedicadas a
esta advocación.
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