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sábado, 7 de noviembre de 2020

- El monasterio de la Trapa de Salcedo

Es la Trapa de Santa María del Paraíso, Monasterio de monjes de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia, Monasterio Salcedo, situado en el Cantón Salcedo, Provincia de Cotopaxi, a 2.900 ms de altura en el Ecuador.

Historia del Monasterio: El 14 de Mayo de 1997 Mons. Raúl López Mayorga, obispo de Latacunga procedía a la erección como casa religiosa en la población de Salcedo, del Monasterio Cisterciense de Santa María del Paraíso que, habitado por monjes cistercienses venidos de la Abadía de San Isidro de Dueñas (Palencia)  en España, constituye la primera presencia monástica masculina en la Iglesia del Ecuador: Mons. Frumen acudió a San Isidro de Dueñas en nombre de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana solicitando oficialmente a la Abadía de San Isidro la fundación de un monasterio de monjes del Císter en El Ecuador. 

A partir de este momento, la Comunidad entró en un proceso más serio y urgente de dis


cernimiento. Además de la petición de Ecuador habían llegado otras peticiones de fundación procedentes incluso de varios continentes: la más insistente de éstas era del Cardenal de Lima, Augusto Vargas Alzamora.

Para iluminar el discernimiento la Comunidad decide enviar a dos hermanos a visitar Perú y Ecuador para que ellos conocieran “in situ” la realidad eclesial de ambos países así como las posibilidades reales de fundación. Tal viaje se realizó en Febrero-Marzo del año pasado 1997. Al regreso de los hermanos y tras los diálogos pertinentes el Capítulo Conventual procedió a la votación canónica que decidiría el país de fundación: el resultado mayoritario fue Ecuador. 

Sin duda que la petición unánime y oficial de toda la Conferencia Episcopal Ecuatoriana fué un factor determinante  en estos resultados, ya que suponía una diferencia de tipo cualitatitivo, no sólo cuantitativa, respecto de todas las demás peticiones llegadas a San Isidro: era toda la Iglesia Ecuatoriana, representada por sus Pastores, la que deseaba y pedía la fundación.

Mas una vez decidido el país faltaba buscar el lugar concreto donde asentar el Monasterio. Fué Mons. Mario Ruíz, Arzobispo de Portoviejo y Presidente de la Conferencia, el que buscando lugar apropiado acudió al ilustre matrimonio Ing. Julio Mancheno Lasso y María Sofía Gangotena Jijón. Ellos, movidos por una generosidad digna de todo encomio, a la propuesta de venta de un terreno respondieron con su donación. A los dos meses de la llegada de los monjes moría el Ing. Julio Mancheno y el pasado 24 de Enero moría su esposa. Ellos con su gesto han entrado ya en la historia de la Iglesia de Ecuador al convertirse en los fundadores laicos del primer monasterio de varones de este país. Dios, sin duda, habrá premiado ya con el verdadero Paraíso a quienes tan significativamente contribuyeron con sus bienes a la fundación de esta Casa que, en su misma advocación, intenta recordar al hombre el feliz destino para el que Dios le creó y la dicha eterna que le tiene preparada.

Los monjes hemos optado por la vida cisterciense porque un día notamos que el carisma nos aportaba una novedad vital: al amparo de la Comunidad monástica advertimos cómo el Señor recreaba nuestro interior, nos sanaba, hacía de nosotros “algo nuevo”, no de cualquier manera, sino algo nuevo” según Dios”; porque sólo de ahí brota la paz y la plenitud que podamos transparentar y que tanto enamora al espíritu del hombre actual.

Esto es vivido en un Monasterio muy concreto: en Ecuador, en los Andes, a 2.900 metros de altura, en la mitad del mundo, en una Fundación con fisonomía propia y única en la OCSO: somos el Monasterio situado en un ambiente muy andino, a más altura sobre el nivel del mar, en un contexto eminentemente indígena, con todas las resonancias que esto tiene aquí y ahora en la realidad ecuatoriana. No sólo geográficamente, sino también y sobre todo, a nivel de la Orden, estamos en el Corazón de América Latina.

Cada Monasterio es un don que Dios quiere hacer a la Iglesia; el nuestro lo es ante todo a nuestra gente en nuestra querida América Latina allí en donde es más necesitada (y cada vez lo va a ser más) que es al nivel del corazón y del espíritu: ¿no será ésta su verdadera hambre que una vez calmadas equilibran desde el amor cristiano también los otros aspectos humanos y sociales? El carisma cisterciense puede aportar mucho en este campo hoy (como en otros tiempos y lugares desde hace nueve siglos) en esta Latinoamérica sufrida y esperanzada, maltratada por los hombres y bendecida por Dios.

Son nueve siglos ininterrumpidos de un carisma muy especial en la Iglesia y no exento de dificultades, pero que es posible porque se ha vivido. Herederos de un árduo pero bello ideal de servicio a Dios y a los hombres allí donde somos más radicalmente indefensos, que es al nivel de la fe y del corazón, valoramos con respeto y veneración el valioso patrimonio espiritual y cultural que la oración y el trabajo de miles de monjes y monjas antecesores nuestros crearon, y que se encuentra reflejado de forma particular en sus escritos espirituales y liturgia, en su arquitectura y arte, en la vida equilibrada y laboriosa de sus comunidades. 

Santa María del Paraíso es el segundo monasterio cisterciense que se funda en El Ecuador y el primero con el que entra la vida monástica masculina en esta Iglesia. En este año es bueno recordar que Santa María del Paraíso es fruto también de esta historia nueve veces centenaria. Cada una de las fechas de su árbol genealógico lo enraízan más y más con una tradición que nace y fructifica como un sendero válido de respuesta a Dios y de plenitud humana. Esta mirada al pasado nos hace más dichoso el presente y nos lanza con renovado empeño al futuro, deseosos de poder seguir siendo presencia constante ante el Señor de la Historia, y testimonio ante el mundo de que es siempre posible para el hombre un diálogo con el Dios  inefable.



 

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