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sábado, 31 de octubre de 2020

-Difuntos: Guaguas y Colada morada

Cada 2 de noviembre en Ecuador se recuerda del Día de los Difuntos con varias celebraciones que muestran el sincretismo entre el cristianismo y la cosmovisión indígena. En esta época es común que las familias se reúnan para elaborar la “colada morada”, una bebida hecha a base de harina de maíz negro, mortiño y frutas tropicales; así como las “guaguas de pan”, que son masas horneadas con formas de humanos.
En las zonas rurales, en cambio, los indígenas preparan esta bebida y otros alimentos para llevar al cementerio y “compartir” con sus muertos la comida al pie de sus tumbas. En Ecuador, los primeros días de noviembre son dedicados a nuestros finados o difuntos. Esta es la época de la colada morada y las guaguas de pan, que desde antes de la colonia, se consumían para simbolizar un viaje ancestral y encuentro con nuestros antepasados.
La celebración de Finados es una tradición que se remonta a las culturas precolombinas. Está relacionada con la época de cosecha y de siembra, que es sinónimo de la vida y la muerte para los pueblos ancestrales. Hace cientos de años, las culturas indígenas, principalmente de la Sierra del país, celebraban la temporada de lluvia y rendían homenaje a sus seres queridos que había fallecido. La colada era una celebración por el viaje de la vida y por un feliz encuentro con los familiares en el más allá. Por ello, la tradición consistía en desenterrar a sus muertos, para compartir con ellos esta bebida especial.
La colada se preparaba con los productos que sembraban los pueblos, pero el principal era el maíz morado. Este tipo específico de maíz es aún muy utilizado en las poblaciones indígenas de la Serranía ecuatoriana y en el Perú. Cuando llegaron los españoles adoptaron esta tradición, considerada pagana, y la transformaron en una ofrenda religiosa.
Las guaguas representaban a los muertos, de allí su forma tan específica, un cuerpo fajado. Así se evitaba que desentierren a los fallecidos y se convirtió en una tradición para compartir en familia. Las guaguas de pan antiguamente eran elaboradas con zapallo, en forma de tortillas cocidas en tiesto, tan tradicional de la cocina prehispánica. Con la llegada de los españoles, quienes trajeron trigo a América, se modernizó su preparación y se resolvió incluir el zapallo como relleno del pan.
La pluriculturalidad en la elaboración de las guaguas es un elemento característico de nuestro país. “Nuestras guaguas de pan son variadas, tenemos una chola cuencana, una afroecuatoriana, una rubia que tiene una trenza larga cubierta de polvo de oro, y un cucurucho, que es el símbolo de Quito y de la Plaza de San Francisco”, puntualizó el chef ejecutivo.
El testimonio de un ecuatoriano: En el pueblo de mis padres y abuelos, un rinconcito atrapado cerca de las faldas del volcán Tungurahua, entre juegos de boliche, perinolas, el aroma del mortiño, moras y naranjillas, aún se lucha por mantener vivas algunas tradiciones gastronómicas y religiosas. El tiempo, la modernidad y el éxodo de las personas del pueblo a las ciudades, no han logrado que algunas costumbres desaparezcan. En finados, el animero es una representación religiosa, que desde que era niño me ha conmovido por su espiritualidad, compromiso con la tradición y valentía a la hora de poner a prueba su fe.
Tradiciones ancestrales para recordar a los muertos en su día Niños, jóvenes y adultos de la parroquia Salasaca, cantón Pelileo, poco a poco se concentran en el cementerio que queda en el lugar sagrado de la comunidad, en Cruzpamba para llevar comida típica y bebidas para compartir en familia junto a las tumbas de sus queridos fallecidos. Ignacia Masaquiza manifestó que entre los platos preferidos por las personas para compartir en estas fechas están las papas, el conejo y el cuy, los cuales se sirven con mote y se los acompaña con vino, el cual también se lo coloca encima de las tumbas, “Es que los difuntos salen a refrescar el alma”, aseguró Masaquiza.
Manuel Caisabanda, alcalde de Pelileo y oriundo de la parroquia, también llegó a la tumba de su madre y se mostró convencido de que nada podrá acabar con esta tradición ancestral, pues aseguró que esto es algo que el pueblo practica hace más de cien años, aunque reconoció que la juventud poco a poco hace cambios, especialmente en el vestuario, “algunos ya no utilizan lo típico nuestro”, manifestó. Caisabanda considera que el Día de los Difuntos es como una fiesta donde se comparte comida y bebida no sólo entre los vivos sino con los seres queridos que se adelantaron en el camino eterno y compara esta tradición con el recibimiento que se le hace a un familiar cuando llega de visita después de un largo tiempo de ausencia.

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