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sábado, 2 de mayo de 2020

- La "Diablada" de Píllaro


Para ir a Ambato, Baños y para seguir hacia el oriente de Ecuador, descubrimos en el camino la ciudad de Píllaro, famosa por sus fiestas: la conocida como “Diablada”.
Píllaro es una ciudad cabecera del cantón Píllaro, así como la cuarta urbe más grande y poblada de la Provincia de Tungurahua
Se localiza al centro de la Región interandina del Ecuador, muy próxima al centro del territorio ecuatoriano; en los flancos de la cordillera oriental de los Andes, en la hoya del río Patate, a una altitud de 2.803 ms y el clima andino de 15°C.
En el censo de 2010 tenía una población de 7.444 habitantes, lo que la convierte en la centésima quinta ciudad más poblada del país. Forma parte del área metropolitana de Ambato, pues su actividad económica, social y comercial está fuertemente ligada a Ambato, siendo "ciudad dormitorio" para miles de trabajadores que se trasladan a aquella urbe por vía terrestre. 
La Diablada Pillareña es una de las fiestas populares del Ecuador, nació en la época de la colonia española. Esta manifestación cultural, que en 2009 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador, convoca en enero a miles de personas quienes participan de las llamadas "partidas" o comparsas tradicionales que recorren, en medio de danzas y cánticos, las comunidades rurales hasta el centro de Píllaro.
La Diablada de Píllaro siendo una de las fiestas populares del Ecuador se asemeja a una liberación ante las normas sociales. Los integrantes, de cualquier edad o procedencia, se disfrazan de diablos y se introducen en la comparsa principal para unirse al festejo (el cual tiene una duración de ocho horas) y es muy común ver a cientos de turistas entremezclados en la algarabía. 

El origen real de esta costumbre todavía es muy discutido pero entre las muchas leyendas que circulan se cuenta una muy popular: cuando los terratenientes celebraban el inicio del nuevo año, la servidumbre comenzó a utilizar disfraces de diablo como una manera de apropiarse de la personalidad del personaje odiado y discriminado con el que, debido a su situación en aquella época, se sintieron identificados. Hoy la personificación del diablo se ha transformado en una muestra de ingenio y carisma para cada participante.

Los historiadores locales aseguran que antes de cada comparsa había seis diablos. Ellos eran esclavos que iban abriendo el camino a sus amos, quienes bajaban al poblado para poner a prueba sus virtudes dancísticas. A pesar de no saber a ciencia cierta cómo nació la Diablada, el misterio y la seducción que siempre ha ejercido la imagen de este personaje en la imaginación popular, hizo que con el transcurso del tiempo fuese cobrando popularidad para finalmente convertirse en la parte central de toda la celebración. Tal es su importancia, que la elaboración de las máscaras que lo representan se ha convertido en toda una escuela artística en Píllaro.
Mientras en gran parte de Ecuador cada 6 de enero se celebra la fiesta de los Reyes Magos, en el cantón Píllaro, (Tungurahua), se cumple una tradición folclórica y ancestral que evoca y encarna al paganismo en su máxima expresión.
El rojo es el color predominante de los atuendos de quienes desfilan e inundan de alegría las céntricas calles de la ciudad. Los trajes además incluyen flequillos, puños, guaraguas y demás adornos, en tonalidades negras, amarillas, verdes, lilas, marrones y azules. Sin embargo, las enormes e intimidantes máscaras de la fiesta ponen el toque distintivo. Para muchos este elemento es la esencia de la Diablada, pues personifica el sentido pagano, rebelde y contestatario. Uno de ellos es Ítalo Espín, artista plástico pillareño de 40 años, quien es dueño del taller El pacto donde se elaboran máscaras y que además funciona como un museo muy visitado.
Llamativos y bulliciosos desfiles, degustaciones de platos típicos, exposiciones artísticas, eventos musicales, entre otros elementos, forman parte de esta festividad que se cumple durante los primeros 6 días del año. Se trata de la Diablada de Píllaro, ubicado a 40 minutos de Ambato. Esta es la celebración más grande e importante de la localidad y en cada edición reúne alrededor de 80 mil visitantes de todo el país y otras naciones.
La pinacoteca se encuentra a 10 minutos del centro de Píllaro. Allí, desde hace 23 años, Ítalo y su familia fabrican, bajo pedido, demoníacas y aterradoras máscaras, las cuales se exhiben cada fin de semana en las salas del museo.
“Es un privilegio colaborar e impulsar una de las celebraciones más multitudinarias de Tungurahua y de la región. La elaboración de las caretas es un verdadero arte, pues esta actividad conjuga la escultura y la pintura; paciencia, prolijidad y una enorme dosis de imaginación”, dijo.
Entre 15 y 30 días, resalta, se demora en ensamblar una careta, dependiendo de la complejidad del diseño, la cantidad de adornos y el tamaño. Esta se decora con cuernos, pelo, dientes y piel de vacunos y ovinos. Estos materiales están disponibles durante todo el año y son conseguidos por ganaderos locales.
Cada careta está valorada entre $ 80 y $ 300, de acuerdo con la talla; su base está compuesta por gran cantidad de papel, cartón y engrudo, y son expuestas durante casi todo el año en la mayoría de talleres/hogares en los que se manufacturan.
Además de cronista Lara es docente y dueño de otra de las pinacotecas de Píllaro, llamada Museo de Rumiñahui. Él coincide en que las caretas son parte esencial de la celebración mayor del cantón y conllevan, además, un significado importante para el folclore local.
Por tal razón es el elemento más fotografiado y llamativo de los desfiles durante la Diablada. Las comparsas las integran hombres y mujeres de diversos sectores periféricos y urbanos del cantón.


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