¿Qué nos dice la cosmovisión
andina sobre la muerte?
Según la cosmovisión andina la concepción
de la vida y la muerte no tiene carácter lineal o vertical, es cíclica es
decir, uno nace para morir y luego de la muerte para volver a la vida.
La muerte para el
andino, nunca es el
final o la terminación del ser; es continuidad del ser dentro de la totalidad
existencial y universal. Es en este sentido que
los andinos entendemos que la muerte es como un viaje a otra dimensión de la
vida. Aún así, no es posible dejar la pertenencia a este mundo.
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La percepción del mundo desde la comunidad andina nos muestra una manera
peculiar del movimiento del ciclo vital en cuatro fases: Primeramente se da el
espacio del hecho de la creación, luego, el espacio del nacimiento, el espacio
del crecimiento y finalmente se da el espacio de la muerte.
¿Qué significa la muerte para los
pueblos originarios?
La muerte en el mundo indígena tiene que ver con
la tierra, no sólo por el lugar donde está enterrada la persona que muere, sino
por el sentido: es el lugar donde vuelven los ancestros, un lugar sagrado.
La tierra es fundamental para darle sentido, retorno a esos seres.
La
esencia de la cosmovisión andina se encuentra en la relación constante
entre la naturaleza, los seres humanos y la Pacha mama. Dicha integridad,
observada en la naturaleza, es considerada como un ser vivo para la cultura
andina, pues su cosmovisión no resulta excluyente.
La Cosmovisión Andina Inca
considera que el hombre es la naturaleza misma, no pretende dominarla, más
bien armoniza y se adapta para coexistir en la naturaleza como parte de ella,
cuidando y protegiendo la tierra que nos suministra los alimentos y, en
definitiva, la vida.
La Muerte es Parte
Importante de la Vida
En las comunidades
andinas, la muerte es considerada como parte de la vida. Es decir, la muerte no
constituye una tragedia en la vida de los andinos, más bien, la muerte es como
una conclusión, cumplimiento y culminación de una etapa de la vida. Es una
llegada a un momento de la permanencia en la existencia de los seres. La muerte
para el andino, nunca es el final o la terminación del ser; es continuidad del
ser dentro de la totalidad existencial y universal.
Paradigma: el Ciclo
Vital Andino
Es en este sentido que
los andinos entendemos que la muerte es como un viaje a otra dimensión de la
vida. Aún así, no es posible dejar la pertenencia a este mundo. Los muertos
viven en permanente atención y relación con sus familiares y la comunidad. Esta
realidad de relaciones del alma con los vivos, incluso se logra después de los
tres años, cuando se despide para el encuentro con el origen. A los difuntos de
les puede llamar cuando es necesario.
A partir de la experiencia de la muerte en
las comunidades andinas, se comprende el sentido de la trascendencia e
inmanencia del espíritu de los seres. Después de la muerte podemos estar en el
más allá y también en el mundo de los vivos.
Consideramos que la experiencia de la muerte
es algo muy importante en la vida. Es importante para quien llegará ese momento
de morir y es también importante para la misma comunidad. Estamos hablando de
una experiencia personal y comunitaria que afectará o beneficiará a todos.
La llegada de la muerte debe ser esperada y
preparada de una manera muy adecuada. Podemos compartir tantas experiencias en
relación a la espera de la muerte, donde se ve que ese momento es más
importante que el mismo hecho de estar viviendo. Se muestra también en estas
experiencias de cómo se da todo lo necesario material y espiritualmente para la
llegada de la muerte. No ocurre lo mismo, cuando sería necesario para conservar
vivo el cuerpo de una persona.
Lo importante es morir bien, ser bien
atendido en la muerte y después de la muerte. En nuestras comunidades, los
funerales realmente tienen el carácter festivo. Se presenta una gran abundancia
de comidas, bebidas, colaboración solidaria de la comunidad, gastos fuertes de
dinero. El muerto debe ser bien atendido, celebrado y despedido con todo lo que
necesita.
"Ujllatamin wañunchij kay kawsaypiqa",
"Solamente una vez morimos en esta vida". Así también, una vez se
tiene el derecho a la mejor atención. En este sentido, las almas tienen sus
propias exigencias, según sus costumbres y tradiciones conservadas durante su
vida. En este sentido, tenemos que manifestar que estas atenciones al difunto
no solamente responden a los miedos al castigo o penas del alma; más bien,
responden al mismo hecho del sentido de la muerte, dentro de la percepción
andina del mismo.
Los Tres Años
Tres años vive el alma junto a sus familiares y la comunidad. Según el pensamiento andino, las almas de los difuntos no se van de manera inmediata de este mundo a la otra dimensión de la vida. Las almas permanecen aquí, en el Kay Pacha, durante tres años. En este tiempo ellos deben ser muy bien atendidos, según las tradiciones y costumbres de las comunidades andinas. Por otra parte, se trata de un tiempo de peregrinación del alma en busca de su plenificación para llegar a ser bien recibido por la Suprema Divinidad.
Después de tres años las almas son despedidas
de este mundo. Pero no son olvidadas. Cada año, en el mes de Noviembre, serán
recordadas y esperadas con diferentes atenciones, como "Ñawpa almas",
almas que quedaron en la lejanía del tiempo pasado, pero que al mismo tiempo
están presentes en la vida cotidiana de su familia y comunidad.
La Fiesta de los
Difuntos: Las Almas Vuelven
La fiesta de los
difuntos, en las comunidades andinas, así como en otras comunidades indígenas
de América Latina, es muy importante. La tradición nos cuenta que, desde
tiempos muy antiguos, nuestros antepasados cultivaban costumbres y tradiciones
en torno a la fiesta de los difuntos, las mismas que se celebraban, y se
celebran hoy, durante el mes de Noviembre.
La fiesta de Todos
Santos del primer año
será de bastante importancia. Es en realidad la primera espera del ser querido
que ha fallecido. Los preparativos para esta fiesta se realizan con sumo
cuidado. No es bueno que falte algo que puede ser buscado o necesitado por el
alma que retorna, para compartir con los suyos.
Todos Santos del primer año, también se
conoce como la "fiesta del alma nueva" (musuj alma). Todos lo
detalles de esta fiesta serán también bien observados por los integrantes de la
comunidad. Tenemos un ayni que cumplir con el alma y como tal tenemos que
brindar lo mejor en esta primera espera. Realmente no sólo se trata de un
cariño que puede ser expresado al difunto, sino que es una expresión de
responsabilidad y compromiso frente a los nuestros que se despidieron de esta
vida.
El segundo año la
fiesta de Todos Santos, si bien es también de bastante importancia, ya no es tan
exigente como la del primer año. Los elementos que acompañan las mesas de
espera o de ofrendas, no son tan abundantes como en el primer año de espera.
Sin embargo, el grado de compromiso y responsabilidad permanece sólido como en
la primera fiesta.
El tercer año de fiesta, es aún más sencillo
en cuanto a su preparación y el aporte de elementos en la mesa de ofrendas.
Pero por otra parte tiene su propia importancia la espera del difunto en el
tercer año, por cuanto las almas se despiden definitivamente con la kacharpaya de
esa fiesta del tercer año.
+La espera de los angelitos
El día 31 de Octubre es
el día de la llegada de los "angelitos", así como se llaman a las
almas de los niños o niñas que han fallecido. En este día llegan las almas de
los niños. A estas almitas se los conoce con el nombre de los angelitos o
"Gloria Angelitos". Son realmente personajes celestiales a imagen de
los ángeles, imagen aprendida de la primera evangelización de esta región. Los
niños no tienen pecado alguno y cuando fallecen son recogidos por Dios en el
mismo instante. Ellos se encuentran con Dios desde el primer momento. Esta es
la fe del pueblo andino.
La espera de los angelitos principalmente es
realizada y representada por los niños de la comunidad. Toda la alimentación es
preparada para ellos y el altar o la mesa de ofrendas se llena con los
elementos que necesitan los niños o que les gusta.
Los niños ofrecen sus oraciones para las
almitas angelitos. Por estas oraciones, cada niño recibe una o más ofrendas,
que consiste en las figuritas de masas, dulces, frutas, leche, chocolate y
otros. En el altar están todos los alimentos que consumen los niños. No deben
faltar las flores en esta celebración. Las flores son expresión visible del
corazón de los angelitos.
Muchas veces los niños de la comunidad se
organizan en grupos de oración, llamados "coros", para recorrer todas
las casas de la comunidad. Especialmente las casas de las almitas nuevas, donde
se sabe que existe más abundancia de ofrendas de oración.
+La espera de las almas mayores
El día primero de
Noviembre es el día de la espera de las almas mayores. En este día se preparan
los altares en la casa de la familia del difunto. Estos altares contienen una
infinidad de elementos, preparados muy especialmente para esta ocasión y según
los gustos y costumbres del difunto. Estas ofrendas están acompañadas por una
cantidad de figuras simbólicas en miniaturas preparadas de masa de pan y
dulces.
La presencia del alma se determina por la
lectura de los signos, como son: la presencia de las moscas, el viento, las
aves, insectos o la llegada de alguna persona en particular. Después del
reconocimiento de la llegada del alma, todos los presentes reunidos frente al
altar, dan la bienvenida y presentan las ofrendas puestas sobre el altar.
Luego de la bienvenida, se inicia el pijchu en
honor al difunto por el que se preparó el altar y en memoria de todos los
difuntos recordados por los presentes.
Los presentes en la casa del difunto,
constantemente estarán ofreciendo sus oraciones en memoria del alma y de sus
difuntos familiares. Después de cada oración, los dueños de la casa entregarán
las ofrendas consistente en urpus (ofrendas de pan) y otros
elementos que forman parte del altar, a todos los presentes como signo de
agradecimiento por sus oraciones.
La visita y ofrecimiento a las almas en el
cementerio
Ya en la noche del día
primero de Noviembre, toda la comunidad se dirige al cementerio, donde
ofrecerán oraciones para sus respectivos difuntos. Los elementos que se manejan
como ofrenda para almas mayores en esta noche, son velas, chicha, ponches y
otras bebidas alcohólicas. Y la ofrendas para los niños son api,
chocolate y leche. En algunas comunidades andinas los deudos de una alma nueva
se quedan esta noche en sus casas esperando a los grupos que visitan los
altares de los difuntos.
El día dos de Noviembre es el día de la
visita a los difuntos en el cementerio, también se conoce como el día del
"mast'aku" o "apxata", porque en este día se
lleva al cementerio todas las ofrendas para los difuntos. Se prepara como un
altar sobre la tumba de cada una de las almas y se les ofrece comida, bebida,
urpus y otros elementos, según las costumbres de cada lugar. En este día, los
andinos nos dirigimos al cementerio para ofrecer oraciones a los difuntos.
Estas oraciones son realizadas de diferentes maneras, según la costumbre del
lugar. Parte indispensable de todo el ofrecimiento para los difuntos, es
también la música: es un signo de la alegría del encuentro y también de
despedida. Todo se desarrolla en un ambiente de festividad, reverencia y mucho
respeto a las almas. Un aspecto importante, es la atención que prestan al
difunto sus ahijados y compadres, quienes tienen la obligación de llevar
ofrendas para pedir las oraciones de los presentes por el alma de su compadre o
padrino.
La despedida de las almas
Al terminar el día 2 de
Noviembre, se realiza el levantamiento del altar, acompañado por unos coros de
grupos preparados para esta finalidad. Nuevamente se presentan los grupos de
música, los mismos que acompañan el baile de despedida.
En algunas comunidades las estructuras de los
altares preparados para las ofrendas en la casa del difunto, son llevados a los
lugares señalados para este fin y otros lo llevan a los cementerios. Durante
este traslado se practica el juego de las almas. Son juegos de despedida, donde
aparecen personajes que representan el alma, los demonios que estorban en el camino,
el cura, los consejeros, los sabios y el pueblo. Es realmente una escenografía
del viaje del alma.
Los compadres
Durante los tres días
siguientes continúa la fiesta con los columpios. Estos días son conocidos como
"qhochi pacha p'unchaykunas". Son tres días de fiesta, donde
se va realizando la despedida de los difuntos. Esta parte de la festividad de
los difuntos es muy propio de los pueblos quechuas, especialmente de la zona de
los valles. En cambio, en la zona del altiplano andino se realiza el baile
comunitario.
Asociados a la fiesta de los difuntos, como
costumbres de la época, se desarrolla la búsqueda y aceptación de compadres por
medio del envío y la recepción de las "t'anta wawas" - los
niños de pan - y el compromiso del bautismo respectivo. Es una costumbre que se
desarrolla entre "broma y serio"; pero llega a concretizar unas
relaciones de responsabilidad, solidaridad y respeto entre las personas en su
calidad de compadre o comadre.
La misma relación de
compadre o comadre se logra con las "runtu canastas" - las canastas
con huevos - presentadas en las "wayllunk'as", los columpios.
Esta costumbre fortalece el sentido comunitario en la vida andina.
Los misachicos
Dentro del marco de la
tradición cristiana asumida en las comunidades andinas, se ofrecerán misas para
la salvación del alma del difunto. Entre las misas para los difuntos, se
distinguen principalmente las siguientes: la misa de los nueve días, la misa
del tercio, que corresponde a los seis meses después del fallecimiento y la
misa del año. Esta última misa va acompañada de la costumbre del "quite de
luto". Posteriormente seguirán las ofrendas de las misas como
recordatorios.
Conclusión: el Retorno
al Principio
La muerte es un paso
trascendental en la vida porque la vida retorna a su principio, así es la
experiencia andina de la muerte.
Desde una percepción de la cosmovisión andina
sabemos que los "ajayus" (las almas de los difuntos) vuelven
para compartir en la convivencia de difuntos y vivos de la comunidad. Esta
convivencia da sentido de unidad y restauración de la armonía cósmica.
La fiesta de los difuntos proyecta a las
comunidades andinas hacia un sentido de esperanza y realización de la
humanidad, incluso más allá de la territorialidad temporal. Las almas
contribuyen en la restauración de la armonía y el equilibrio de las relaciones
existenciales. Son tiempos propicios para el inicio de una vida nueva.
*El Ciclo de Vida y
Muerte en la Percepción Andina del Mundo
Síntesis de las
costumbres y tradiciones en relación a los difuntos, que se mantienen vivas en
la vida de las comunidades andinas. La percepción del mundo desde la comunidad
andina nos muestra una manera peculiar del movimiento del ciclo vital en cuatro
fases: Primeramente se da el espacio del hecho de la creación, luego, el
espacio del nacimiento, el espacio del crecimiento y finalmente se da el
espacio de la muerte. Esto quiero resumir en el paradigma del "ciclo vital
andino".
El hecho de la creación (si se ve
gráficamente la imagen de la percepción del mundo andino) viene desde la parte
de "arriba". El sentido de lo de arriba es la referencia que se tiene
al Creador, Illa Tecce Wiraqucha (el Señor de la Luz Eterna),
quien se ubica en la parte superior de todo lo creado: "Hanan Pacha".
Desde allí crea todo y permanece en toda su creación.
El espacio del nacimiento se ubica en la
parte "izquierda" del gráfico del ciclo vital andino. El lado
izquierdo precisamente tiene que ver con la relación de los orígenes. Es pues,
como el segundo momento de la creación de los seres. Esta dimensión tiene
referencia al inicio de la totalidad de los vivientes.
El espacio del crecimiento está ubicado en la
parte de "abajo" del gráfico del ciclo vital andino. La parte de
abajo tiene relación con la dimensión de la conservación, restauración y
recreación de todo lo creado: La Pachamama.
Es pues, la dimensión del sentido de la
fecundidad que mantiene a toda la existencia. Es el espacio del crecimiento y
de la maduración, o plenificación de los seres.
El espacio de la muerte se ubica en la parte
"derecha" del gráfico del ciclo vital andino. La parte de la derecha
tiene que ver con el sentido de la conclusión, cumplimiento, llegada,
culminación, ... de una etapa de vida de los seres. En realidad es el espacio
de la proyección al mismo principio, después de concluir una etapa de la vida.
La Cosmovisión Andina Inca consideraba que el
hombre es la naturaleza misma, no pretende dominarla, más bien armoniza y
se adapta para coexistir en la naturaleza como parte de ella.
En el Tahuantinsuyo se concebía un mundo
compuesto por tres planos en su representación del cosmos:
- El Hanan Pacha fue definido como el mundo superior, donde
habitan los dioses como Wiracocha, Inti, Mama Quilla, Pachacamac y Mama Cocha.
- El Kay Pacha es el nombre del mundo terrenal, donde los
seres humanos viven y pasan sus vidas.
- El
Ukhu Pacha es el nombre del mundo de abajo o mundo de los muertos. Las fuentes,
cuevas u aberturas de la superficie terrestre eran consideradas como líneas de
comunicación con este plano.
- En
Nuna Raymi nos fascina esta cosmovisióny creemos mucho en la idea de coexistir
con la naturaleza sin pretender dominarla. Simplemente pensamos en formar parte
de ella cuidando y protegiendo la tierra que nos suministra los alimentos y, en
definitiva, la vida.
Y en Ambato, tienen su “celebración ambateña de Finados”
La
celebración ambateña de Finados se extiende a todas las instituciones; se elige
a reyes y reinas, que representarán el pan, la colada, el barro y –en algunos
casos– la cuchara de madera. En esa ocasión, las labores se paralizan, ya que
todos se involucran en la festividad. Así, la muerte con su drama y dolor, es–
en tierra ambateña– un pretexto para celebrar la vida.
Esa alegría inusual –de la época de Finados
ambateña– se explica por la interculturalidad de Tungurahua, donde la tradición
cristiana de la misa se mezcla con la cosmovisión andina; se cree que los
muertos esperan en la puerta del futuro; así, se celebra la promesa del
reencuentro. En los cementerios de Salasaka, Kisapincha, Chibuleo y Santa Rosa
se observa a familias que adecentan las tumbas y se dan un tiempo para
compartir una comida y dejar ofrendas.
De la
tradición ambateña podemos aprender que aun la muerte es una posibilidad de
esperanza y unidad. Así que si –en estas fechas– está triste, venga
a Ambato para contagiarse de la alegría de vivir.
Banda de pueblo y
alabaos (música en los entierros)
La procesión está acompañada de alabaos, que son canciones con un contenido fúnebre y triste. También se entona la música que le gustaba al difunto.
Los afros despiden a sus muertos con marimba. El cortejo fúnebre de un marimbero por una de las calles de Borbón, norte de Esmeraldas, está acompañado de bombo y marimba. Dos cantoras corean canciones tristes, con el batuqueo de las maracas y un cununo, que se escucha por todo el centro del pueblo por donde pasa la caravana.
Una de las costumbres del pueblo
afroesmeraldeño que habita en el norte de la provincia es
sepultar a sus familiares con el sonido del bombo y la marimba.
Esta es una forma de demostrar su amor hacia las personas que
parten hacia el más allá y consolar a los familiares del
deudo, quienes también acompañan en la despedida con música
ancestral.
Uno de los géneros del
cántico patrimonial empleado para despedir a sus difuntos son los alabaos,
que son canciones con un contenido fúnebre y
triste. “Levanten la tumba, levántenla ya, que el alma se ausenta
pa’ nunca jamás. Adorar el cuerpo, adorar la cruz, adorar el cuerpo de mi buen
Jesús, de mi buen Jesús”; esta es una de las canciones más
comunes que se entonan.
El alabao
es un canto de velatorio para adultos que
inicialmente era usado como exaltación religiosa para
los santos, pero con el pasar del tiempo se extendió al
contexto fúnebre. Instrumentos de percusión ancestral,
como el bombo y cununo, así como charrasca y guasá,
se usan para poner música a la velación del cuerpo y durante
el cortejo fúnebre. A través de las cantoras se
evoca cada circunstancia de la vida del extinto y del santo que los recibirá.
Se cantan versos con el ritmo característico de la música ancestral.
De esta manera, los afros del campo que
migraron a la ciudad conservan esa tradición que se mantiene entre quienes se
asentaron en la parroquia Borbón, cantón Eloy Alfaro. Anastasio
Nazareno, de la población de Telembí, una comunidad del norte
de Esmeraldas, dice que ellos mantienen la práctica de cantar alabaos con bombos,
maracas y rezar nueve rosarios para no hacer novena. En su pueblo se
canta toda la noche, con la participación de los familiares y amigos de poblaciones vecinas,
quienes acuden para acompañar a los dolientes y cantar hasta despedir al difunto.
Una de las demostraciones se
hizo recientemente, en la muerte de Carlos Ayoví, quien era músico y
cantante de piezas tradicionales, como la Caderona, Andarele y
Fabriciano. La noche del velatorio, Papá Roncón organizó a
músicos como Límber Valencia, Juan Pablo Caicedo y a voces como la de Rosita
Wila, para entonar los alabaos acompañado de marimba.
Durante el velatorio, Ayoví,
ícono del folclor esmeraldeño, vistió un atuendo africano para ceremonias
fúnebres (batona que cubría su cuerpo) y una kenya sobre
su cabeza (gorro). “Esta forma de despedir a las personas que fallecen se está
perdiendo con el modernismo, pues ahora se tocan otros ritmos y se
deja de lado lo ancestral”, comenta Ayoví.
Los músicos también
improvisan con sus instrumentos ancestrales las canciones que
le gustaban al difunto y pueden pasar de alabaos a boleros,
todos acompañados con instrumentos ancestrales.
Durante
el velatorio, los acompañantes prueban los platos que
más agradaban al fallecido. Se come pescado salado, pescado fresco y
hasta carne seca hecha tapao. Una bebida característica es la taza de chocolate,
producto que se cultivaba en las poblaciones, así como el plátano
dominico, propicio para el tapao, que se prepara en el norte.
“Esta es una práctica que no puede perder
vigencia entre los afroesmeraldeños”, dice la antropóloga María
Perea, quien trabaja en la conservación de las costumbres del pueblo
negro.
En la
ciudad de Esmeraldas también hay estas formas de celebración de
norteños que llegaron trayendo sus formas de celebración a la urbe. Fue en los
sectores suburbanos de la ciudad donde se asentaron los migrantes de
poblaciones como Urbina, San Javier, San Lorenzo, Cachaví, Timbiré y Santa
María, todas del norte de Esmeraldas, en donde practicaban
sus costumbres.
Actualmente, los descendientes de los migrantes norteños no solo continúan con la vieja tradición de despedir a niños y adultos con arrullos y alabaos cuando fallecen, sino que fortalecen el concepto de la danza y la música tradicional académicamente.
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