San Pedro de Taboada es un municipio de 4,9 km² perteneciente al cantón Rumiñahui y, en la actualidad, forma parte del damero urbano de Sangolquí.
El Cantón Rumiñahui
tiene una extensión de 139 km², lo que lo convierte en uno de los cantones más
pequeños de la República del Ecuador y cuenta con tres parroquias
urbanas que son: Sangolqui, San Pedro de Taboada y San Rafael; y dos rurales:
Cotogchoa y Rumipamba. Está limitado en el norte por el Distrito Metropolitano
de Quito, el río San Pedro es el límite natural ente estos dos cantones los
cuales se encuentran unidos por la Autopista General Rumiñahui que une a Quito
con las diferentes parroquias del Cantón Ruminahui.
Abajo, vista del volcán Rumiñahui
Al
sur el cantón limita con el Monte Pasochoa y el Cantón Mejía, al este limita con las
Parroquia de Alangasí y Pintag - el límite natural es el Río Pita. Al Oeste
limita con el Distrito
Metropolitano de Quito exactamente con las parroquias de Amaguaña
y Conocoto - el límite natural es el Río
San Pedro.
Barrios de San Pedro de
Taboada:
01. San Pedro / 02. San Isidro / 03. Comuna de Los Puentes / 04. Capelo / 05. El Purón / 06. Rumiloma /07. Central /08. Concepción /09. Galo Pazmiño /10. Santa Bárbara / 11. El Muelle y 12. Fajardo.
En la antigüedad, el
Valle de Los Chillos albergó al asentamiento del Inga. La presencia humana data
de alrededor de 11 mil años. Según investigadores, la población sobrevivía de
la caza y recolección de frutos silvestres. En el siglo XV, los Quitu-Cara
emigraron al valle desde Quito y en el año 1460 llegaron los Incas. La
agricultura apareció, más tarde, como actividad económica que lo convirtió en
el “Granero de Quito”.
Sangolquí era un gran
mercado en el que se comercializaban productos provenientes de zonas de la
Costa, Sierra y Amazonía. El maíz era la fuente principal de alimentación; y,
por su importancia, se vinculó con ritos ancestrales. En el período
prehispánico, en el valle florecieron guabos, zapallos y maíz. La palabra
chillo significa guabo y uchillo: zapallo y guabo. Chillo también es el nombre
de la variedad de maíz, muy apreciada en la zona. El actual cantón Rumiñahui
ocupa el centro y la parte más bella del Valle de Los Chillos, que conforma la
Ruta Escénica de la Avenida de los Volcanes, con riqueza singular en plantas,
flores, arbustos y árboles de enorme biodiversidad.
El Cantón Rumiñahui
posee un clima subtropical de tierras altas y variedad de haciendas con
historias inmemorables de libertad. En el Valle de los Chillos había por lo
menos 13 haciendas, 56 estancias, 11 tierras y un hato, con un total de 1.692
caballerías. Los conquistadores encontraron un valle lleno de vida y se convirtieron
en los dueños de las tierras, donde crearon las encomiendas y otros tributos.
La mayoría de encomiendas estuvo en manos de los jesuitas. Cuando fueron
expulsados, las haciendas pasaron a algunos españoles o criollos, que habitaban
en la zona, como Juan Pío Montúfar, el Marqués de Selva Alegre. La hacienda
Chillo Compañía fue la joya de la corona, con un eficiente sistema agrario y
obrajero. A inicios del siglo XIX fue el escenario del primer intento
independentista, previo al 10 de agosto de 1809.
Historia, tradiciones, cultura, fiestas populares, personajes, sitios destacados y mágicos parajes son parte de una publicación editorial que muestra el encanto que se esconde en las seis parroquias del cantón. El libro “Rumiñahui y sus parroquias”, que el Municipio presentó ante la comunidad, hace un recorrido por hitos que marcaron la historia y desarrollo del cantón. El texto refiere a las parroquias como lugares que se forjaron entre el páramo, los pajonales, el campo, la generosidad de la tierra, el agua de los ríos, el barro y el tapial hasta llegar a un cantón que crece y se transforma en permanente desarrollo.
No se detiene. “Cada meta alcanzada no es
sino el punto de partida para nuevos sueños compartidos que se harán realidad
con la guía certera de sus autoridades y el apoyo firme, luminoso, sincero de
todos sus moradores”. Personajes de cada parroquia narran sus vivencias, hablan
acerca de la sabiduría de sus moradores, de quienes llegaron a vivir en el
valle; sobre la medicina ancestral y natural, que se enriquece con las hierbas
medicinales; la gastronomía y las leyendas.
San Pedro de Taboada también tiene su
Aya Huma
Uno de los referentes interculturales del
área nor-andina ecuatoriana es el diabluma, diablo huma o aya uma. Según el
folclorista Paulo de Carvalho Neto, el personaje tiene sus orígenes en las
festividades ancestrales de las provincias de Pichincha e Imbabura. Es un
personaje solar asociado a las fiestas del solsticio de invierno (junio), a las
cosechas, al maíz... En las danzas cayambeñas, tabacundeñas o sangolquileñas,
el aya uma es el líder de las fiestas y el que pone orden y miedo, con su doble
cara y su axial o cabestro siempre afilado para castigar a quien se sale de
sitio o compostura.
Es la representación de la naturaleza y
la expresión de fortaleza y vitalidad, explica el muralista Eddie Crespo, un
quiteño trotamundos experto en arte urbano. “Por eso, quien lo encarne debe ser
una persona honesta, trabajadora y respetada por la comunidad. Debe poseer
cualidades de liderazgo y coraje”. La máscara del aya uma tiene dos caras (como
el dios romano Jano) que representan el dominio sobre el tiempo. Es la
dualidad: una cara mira al sol naciente y la otra al poniente; al pasado y el
futuro; al día y la noche, al sol y la luna. Esta máscara, explica Crespo, está
coronada por 12 puntas, en alusión a los meses del año. Son serpientes que
simbolizan la fertilidad y el renacimiento de los ciclos agrícolas. Y aunque su
origen es norandino, su trascendencia se ha ampliado a toda la Serranía
ecuatoriana y, ahora, es muy común verlo abrir las danzas de los corazas de
Pujilí o las de San Juan de Guaytacama o las de Panzaleo... Toda esta
parafernalia, todo ese simbolismo que resume este personaje se sintetizó en una
megaescultura de 12 metros de alto que Crespo levantó en el 2015 (por encargo
del Municipio de Sangolquí) en San Pedro de Taboada.
La escultura está formada por dos
partes: la escultura máscara del aya uma y, en su base, el mural ronda de chalis.
La máscara del aya uma es una escultura con estructura de hormigón armado que
permite apreciar su interior. Al recorrer su perímetro, una cara muta en la
otra. Tiene un recubrimiento de mosaico cerámico multicolor. El mural ronda de
chalis (conocidos como ‘rucos’ en otros lados) complementa la gran escultura.
Es una obra de 21 m², circular, en la que están representados 29 personajes
tradicionales danzando. Entre ellos se incluyen personajes típicos que son
conocidos en la jerga popular como ‘patos de toda boda’ (están en todas las
fiestas) como el tambonero, el cohetero, el tamborilero... Este mural esta
realizado sobre losetas cerámicas con pigmentos minerales quemados en alta
temperatura (1000°C). El trabajo de Crespo tuvo la ayuda de unas 15 personas,
entre ayudantes, expertos artesanos, albañiles, maestros. Es un paciente proceso que empieza con el
bosquejo en papel sketch, que dura hasta semanas. Luego viene el replanteó del
esbozo en el papel, la escogida de los ayudantes, la fabricación de los mosaicos
y, finalmente, la puesta en obra. Como todo artista, Crespo reconoce que con
cada obra se transforma en un energúmeno. ‘Gracias a Dios, mis ayudantes ya me
conocen y me torean muy bien’.